Según la noticia, se trataría del primer cuento de Hans Christian Andersen...
Personalmente me ha encantado.
La vela de sebo’ (‘Taellelyset’)
Hervía y bullía mientras el fuego llameaba bajo de la olla, era la cuna de
la vela de sebo, y de aquella cálida cuna brotó la vela entera, esbelta, de una
sola pieza y un blanco deslumbrante, con una forma que hizo que todos quienes
la veían pensaran que prometía un futuro luminoso y deslumbrante; y que esas
promesas que todos veían, habrían de mantenerse y realizarse.
La oveja, una preciosa ovejita, era la madre de la vela, y el crisol era su
padre. De su madre había heredado el cuerpo, deslumbrantemente blanco, y una
vaga idea de la vida; y de su padre había recibido el ansia de ardiente fuego
que atravesaría médula y hueso… y fulguraría en la vida.
Sí, así nació y creció cuando con las mayores, más luminosas expectativas,
así se lanzó a la vida. Allí encontró a otras muchas criaturas extrañas, a las
que se juntó; pues quería conocer la vida y hallar tal vez, al mismo tiempo, el
lugar dónde más a gusto pudiera sentirse. Pero su confianza en el mundo era
excesiva; este solo se preocupaba por sí mismo, nada en absoluto por la vela de
sebo; pues era incapaz de comprender para qué podía servir, por eso intentó
usarla en provecho propio y cogió la vela de forma equivocada, los negros dedos
llenaron de manchas cada vez mayores el límpido color de la inocencia, que al
poco desapareció por completo y quedó totalmente cubierto por la suciedad del
mundo que la rodeaba, había estado en un contacto demasiado estrecho con ella,
mucho más cercano de lo que podía aguantar la vela, que no sabía distinguir lo
limpio de lo sucio… pero en su interior seguía siendo inocente y pura.
Vieron entonces sus falsos amigos que no podían llegar hasta su interior, y
furiosos tiraron la vela como un trasto inútil.
Y la negra cáscara externa no dejaba entrar a los buenos, que tenían miedo
de ensuciarse con el negro color, temían llenarse de manchas también ellos… de
modo que no se acercaban.
La vela de sebo estaba ahora sola y abandonada, no sabía qué hacer. Se veía
rechazada por los buenos y descubría también que no era más que un objeto
destinado a hacer el mal, se sintió inmensamente desdichada porque no había
dedicado su vida a nada provechoso, que incluso, tal vez, había manchado de
negro lo mejor que había en torno suyo, y no conseguía entender por qué ni para
qué había sido creada, por qué tenía que vivir en la tierra, quizá
destruyéndose a sí misma y a otros.
Más y más, cada vez más profundamente reflexionó, pero cuanto más pensaba,
tanto mayor era su desánimo, pues a fin de cuentas no conseguía encontrar nada
bueno, ningún sentido auténtico en su existencia, ni lograba distinguir la
misión que se le había encomendado al nacer. Era como si su negra cubierta
hubiera velado también sus ojos.
Mas apareció entonces una llamita: un mechero; este conocía a la vela de
sebo mejor que ella misma; porque el mechero veía con toda claridad -a través
incluso de la cáscara externa- y en el interior vio que era buena; por eso se
aproximó a ella, y luminosas esperanzas se despertaron en la vela; se encendió
y su corazón se derritió.
La llama relució como una alegre antorcha de esponsales, todo estaba
iluminado y claro a su alrededor, e iluminó al camino para quienes la llevaban,
sus verdaderos amigos… que felices buscaban ahora la verdad ayudados por el
resplandor de la vela.
Pero también el cuerpo tenía fuerza suficiente para alimentar y dar vida al
llameante fuego. Gota a gota, semillas de una nueva vida caían por todas
partes, descendiendo en gotas por el tronco cubierto con sus miembros: suciedad
del pasado.
No eran solamente producto físico, también espiritual de los esponsales.
Y la vela de sebo encontró su lugar en la vida, y supo que era una
auténtica vela que lució largo tiempo para alegría de ella misma y de las demás
criaturas.